El de la Nº 4 le golpea la pared al de la 26.
Le pide que llore más bajo. Que todos están apenados, pero que es así la muerte.
No creas que no hay olores. Y ruidos. Ruidos horribles.
El de la 13 se llevó una radio. Escucha a Victor Hugo los Domingos. Es hincha de Arsenal de Sarandí.
El de la 15 está solo. Como todos, piensa la chica de la 24.
Extraña los mates de la mañana, y el olor de los tilos en noviembre. A ella le gustaría sentir al menos eso.
La chica de la 24 no siente nada. Está como anestesiada. Sólo quiere llorar, y cuando deja de llorar, canta una canción de Charly García.
El de la 22 escribe unb libro. Pero no tiene lápiz ni papel.
Lo escribe en su mente, en esa mente que algún día llevará a la eternidad.
El de la Nº 34 esta aislado. Se ganó ese lugar después de pisar un andamio en mal estado en una obra trucha llena de gente trucha de muchos países. Gente que no ha tenido su oportunidad.
Su lugar no tiene nombre. No sabe como contarle al empleado de este lugar que se llama Rogelio Tumbaya, y que es boliviano. Que le gustaría enviarle esos 340 pesos que llevaba en el bolsillo a su mujer, la Inés que espera en Yacuiba.
Pero lamentablemente el vecindario impide que ese mensaje llegue.
Mientras Rogelio, que fue ingresado a ese sitio sin siquiera un nombre, trata de gritar que le devuelvan esa guita... pero nadie lo escucha
Cuando el sol se pone bien fuerte, tanto que hasta se mete por las rendijas... se escucha, muy, muy bajito:
Cuando estes mal, cuando estés sola...
cuando ya estás cansada de llorar...
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