
Cuando me hablan de los planes que tienen a largo plazo como
“en un par de años voy a hacer esto o lo otro, o me voy a comprar aquello”, algo en mi se desconecta instantáneamente como un boton de "Off" que esos petardos activan al segundo de hablar sobre su incierto futuro.
Mi mente empieza a navegar por mares más transparentes y cercanos y pongo la sonrisa de que no estoy haciendo ni puto caso.
No lo puedo evitar.
Quizás lo que hagan mañana o dentro de un mes me interesa, que descubrieron su nueva pasión en los geranios violetas o que el patito de goma rosa de su bañera ya no flota ni pita o que les salió un forúnculo, justo, justo ahí... pero no sus absurdos planes de mentes inmortales.
Pobres.
No conocen el término impermanencia.
Pobres.
A lo mejor tendrían que empezar por leer los secretos de la eterna juventud tibetanos o encontrar a algún alquimista realizado.
No, por favor, no Paulo Coelho.
A mí hoy me preocupa si encontraré rosas amarillas para darle un baño relajado con sus pétalos sobre la superficie o si ellá bailará bien aquel sensual tema de Prince que eligió para mí.
O si esa botella de vino blanco está lo suficientemente fría esta noche, como para abrirla con un pum... potente y gris (pueden ser grises los ruidos? creo que sí)
Cada uno tiene sus prioridades, quién sabe cuáles son las de ustedes.
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