Los andrajos del silencio solo pueden remendarse con tu voz...
Los harapos de mi soledad terminan siendo el terciopelo más bello si la soledad se debe a tu ausencia.
Porque hasta tu ausencia es bella, porque sólo vos podés llenarla.
No me interesa que tus manos hagan que mi mente flote en malditos palacios de cristal si no las tengo aquí para desanudarme la corbata.
No intento ser un hombre hecho y derecho, sino trato de tener el derecho a hacer de mí un hombre.
Y vos tenés la llave. La puta llave. La maldita llave que abre mis heridas dejándolas sangrar hasta que no quede una gota.
Porque no estoy persiguiendo una salida lógica, sólo presumo que el infierno se abrirá al mismo tiempo que tus piernas.
Me ataré una vez más a tus efímeros juramentos que son poderosos porque dominan mis sentidos, mi voz, la misma voz que despierta para decie una vez más la palabra mágica.
Sí.
Vení a buscarme de nuevo. Otra vez. Nuevamente. Again. De vuelta.
Esta tarde me visto de adentro hacia afuera. Me pongo los órganos que me permiten estar vivo para amarte. Porque las únicas fronteras son las impuestas por tu deseo. Mi deseo es perenne. Desesperado. Contagioso.
Tengo otoños en mi cuerpo, porque son aquellos que me arrasan el alma. Un cierzo helado que me convierte en tu prisionero. Maldito crucificado sin espinas ni clavos... hundido hasta el cuello en la flor de tu deseo. Marchitando un orgasmo hasta agotarlo... me dejo llevar por la barca de Caronte.
Próximo destino... tu infierno. Llevo dos monedas en mis ojos que me impiden ver tu boca cuando llegamos a puerto.
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